
Su robusto e hidrodinámico cuerpo, unido a las impresionantes mandíbulas repletas de afilados dientes, hacen del tiburón blanco el mayor de los tiburones. Con forma de torpedo, la cabeza culmina en un gran hocico cónico, bajo el que se encuentra la boca, la cual está bordeada de blanco. En la parte superior, un par de agujeros conectan a través de sendos conductos con el oído interno, muy sensible. Dicha estructura posee también el sistema vestibular: una serie de canales semicirculares que proporcionan el sentido del equilibrio Tienen forma triangular y casi simétrica (a diferencia de otros marrajos), y son muy grandes, sin cúspides laterales y con los bordes serrados, siendo más anchos los de la mandíbula superior. Su filo es tal que pueden cortar una hoja de papel como lo haría una navaja. No presentan desgaste porque se van desprendiendo y reemplazando continuamente, de manera que a lo largo de toda su vida el tiburón blanco puede desarrollar miles de dientes.
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